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¿Qué nos podría robar Facebook?

domingo, 25 de octubre de 2009

Pues realmente más de un par de cosas. El gigante de las redes sociales ha dado mucho de qué hablar en los últimos años debido al tan cuestionado manejo que realiza de la información privada que cada uno de sus más de 200 millones de usuarios sube a sus bases de datos.

¿Cuántos de ustedes, o mejor dicho, de nosotros, nos detuvimos a leer con paciencia los términos de uso de este sitio o cualquier otro en el que creamos un perfil? Y aquí es donde radica el primer error. Muchos somos sorprendidos de incautos cuando simplemente accedemos al www.facebook.com , damos un clic en “Aceptar” y problema resuelto, sin reparar en “las letras pequeñas” en la parte inferior de la página (Condiciones y Privacidad). La persona avispada que haya hecho esto antes de crear su perfil se encontrará con un sinnúmero de acápites, reglas, regulaciones, bla, bla, bla, casi interminables. Y si a lo extenso le agregamos que todo lo anterior está en inglés (la traducción al español no es muy buena), junto al rebuscado y súper técnico lenguaje utilizado, tenemos los ingredientes ideales que nos obligarán a saltarnos un que otro párrafo o ni siquiera llegar al final de la inmensa página para terminar más rápido. Al hacer eso puede que volvamos a cometer otro error, y esta vez podría ser el de no leer algunos de los apartados en los que la empresa expresa claramente que al aceptar sus condiciones de uso, ella se adjudica por completo el derecho de hacer con tu información lo que le venga en ganas, literalmente. En pocas palabras, la red tendrá a su disposición todo el contenido que se envía o exhibe en sus servicios o por medio de ellos, ya sea tu información personal (nombre, direcciones particulares y de email, teléfonos, preferencias sexuales, religiosas, políticas, etc.), fotografías, videos, textos, música o hasta los contactos de tu lista de amigos,…, pudiendo reproducirlo, adaptarlo, modificarlo, traducirlo, publicarlo o incluso exhibirlo.

La otra parte del rollo es un poco sutil y yo diría más: engañosa; pues si en algún momento cualquiera de los párrafos leídos en dichos términos es cambiado o modificado, lo más normal y probable es que nunca llegues a enterarte, a no ser que cada cierto tiempo eches una ojeada a lo ya leído para saber si “todo” sigue igual. Esto echa por tierra cualquier preocupación o compromiso que pueda tener la empresa con sus usuarios que no son más que su público externo. Facebook, ¿qué pasó con las relaciones públicas?


Y cuando quieras eliminar tu cuenta…

Otro dato curioso. Sí, está bien, lo admito; yo formé parte de esos 200 millones de los que hablé al principio. Un día me enviaron la dichosa invitación vía email, por simple curiosidad acepté –ya sabemos cómo nos ponemos los humanos cuando algo se pone de moda: todos lo queremos-, llené mi perfil –a medias- y así se quedó por meses y meses, sin fotos, sin casi amigos virtuales. Hasta aquel día fatídico en que entré con la intención de eliminar mi cuenta, la cual no tenía ningún sentido dejar ahí.

Es realmente fácil hacerlo. Tecleamos nuestro nombre de usuario y contraseña como es la costumbre. Accedemos a “Configuraciones”, le damos a “Configuración de la cuenta” y al final le das a “Desactivar Cuenta”. Problema resuelto.

Estaba tan alegre, una cosa menos de la que debía preocuparme. Pero cuál fue mi sorpresa cuando un mes después me fui a verificar al facebook.com e increíblemente mi cuenta estaba viva, vivita. No lo podía creer. Al haberlo supuestamente eliminado, todavía me daban la oportunidad de recuperarla –en caso de que estuviese arrepentido- y lo peor fue que cuando lo hice, toda la información estaba intacta, nada había sido borrado. Entonces, ¿fue una mentira más?

Estuve leyendo en algunos artículos que me envió un amigo y en otros de la revista brasileña de ciencia y tecnología Galileu (www.revistagalileu.globo.com) que incluso, si has compartido algún tipo de información con tus amigos u otros usuarios a través del uso de los servicios de Facebook, de nada valdrá cerrar tu cuenta, quemarla o ahogarla en el mar, pues hagas lo que hagas tu información se quedará con la persona con quien la compartiste.

Felizmente gracias a la rápida respuesta de muchos de los usuarios de Facebook, la entidad se vio en la obligación de reformular algunos de sus términos de uso. A pesar de ello, quedan muchas irregularidades por resolver y el tema de las “redes sociales” tiene mucha tela por donde cortar. Así que ya sabes, de aquí en adelante pues a leer con detenimiento si eres de los que nos gusta que lo nuestro, lo más personal; sea sólo de nosotros o que por lo menos nos lo pidan, ¿no?


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Tribus, pero más cubanas!

sábado, 17 de octubre de 2009
Me tildarán de reiterativo, porque nuevamente abordo el tema de las "tribus urbanas", pero les aseguro que no lo hago a propósito. Esta vez les presento un artículo que escribí hace algunos meses para publicarlo en determinado periódico, cosa que aún no ha sucedido. Pensé que lo había perdido pero hoy lo encontré. En él hago un acercamiento algo tímido a este fenómeno, pero esta vez intentando adentrarme un poco a su realidad en mi país. Les prometo que será el último ja,ja,ja.

Desde el corazón de las grandes urbes una nueva variedad de grupos sociales se levantaría para estupor de las convenciones que animaron el Siglo XX. Unidos bajo un conjunto de características, pensamientos, modas e intereses comunes, poco a poco llegaron a constituir verdaderas comunidades defensoras de una subcultura. En la década de 1990 este fenómeno social sería reconocido por los estudiosos del tema como “tribus urbanas”.

Varios puntos de vista afloran a la hora de valorar estas manifestaciones. Desde los que subvaloran este fenómeno al que consideran una forma de estereotipo mediático del joven de finales de Siglo XX y principios del XXI, los que consideran que esta es expresión más de la sociedad de consumo sin mayor trascendencia, hasta los que ven aquí un intento legítimo de recuperar la interacción humana, la cual se ha ido perdiendo debido al aislamiento de la sociedad moderna.

En el contexto de la vida cotidiana, el concepto de “tribus urbanas” es insuflado por el mercado de consumo. Un “kit” de identidad social para los jóvenes consumidores del momento moldea las sensaciones en una sociedad que glorifica el ocio desinteresado de todo compromiso con su entorno.

Las tribus urbanas componen una gran parte de las agrupaciones casi siempre juveniles en las que la gente se relaciona en su tiempo ocioso o simplemente por su modo de vida. Estas tribus conforman una serie de cultura y arte a su alrededor para el desarrollo de su moral o estilo de vida y todas ellas vienen marcadas por una profunda carga emocional, gracias a esa búsqueda por la realización personal o comunal.

Pero… ¿de quiénes estamos hablando? La lista puede resultar bastante extensa y muchas de estas denominaciones seguramente han sido escuchadas o leídas con anterioridad. Entre los más conocidos están los emos, cultura que nace en los años 80 como un estilo musical derivado del punk hardcore americano. Son generalmente adolescentes, con una visión contradictoria de la vida. De vestimenta negra o rosa, peinados engomados y ropa estrecha. La palabra emo viene de emotional

Los rapperos (rappers), cronistas sociales por naturaleza, son fáciles de reconocer en muchos barrios de la ciudad, tanto como los punks o punkies, con sus crestas de colores llamativos, varios aros en sus orejas, tatuajes, pulseras de pinchos y botas militares. O skin heads, cuyo atuendo se caracteriza por el pelo rapado, indumentaria seudo militar, botas y pantalones vaqueros ajustados. Todos prefieren los géneros musicales que van del Punk al Oi!

Algunos de estos grupos manifiestan una abierta ideología neonazi o anarquista, con tendencias violentas, aunque otros son notables imitadores con un pensamiento menos beligerante.

A este gran grupo urbano de tan variado pelaje habría que añadir .la comunidad hippie, surgida en la década del 60. Huyen de la violencia y proclaman la paz en el mundo y el amor entre las personas, y sus atuendos son llamativos, con ropas de colores intensos, ponchos, cintas de pelo de colores, bolsos de tela, parches...

Y los rastafari, un movimiento nacido en los comienzos de los años 1930 en Jamaica, entre la población negra de clase trabajadora, se manifiesta por la defensa de la supremacía negra, interpretada como la predominio del bien sobre el mal. En la actualidad, esta se ha extendido a lo largo de gran parte del mundo y tiene seguidores provenientes de distintas culturas, lenguas y naciones.

Todos estos grupos pueden caracterizarse por mantener una estética común entre varios individuos de la misma tendencia, aunque no siempre sucede así. Otras veces suele ser acompañado de fuertes convicciones sociopolíticas o creencias religiosas o de carácter místico, dependiendo del movimiento o tribu urbana perteneciente.

Sin embargo, dentro de algunos de estas comunidades también se pueden encontrar personas denominadas poseur (poser), que usan la estética o comportamiento de la tribu, pero olvidando por completo la filosofía e ideologías propias del movimiento. Fenómeno este que ha tomado muchísima fuerza en nuestro país durante los últimos años, y de ahí valdría entonces hacernos la siguiente pregunta: ¿estaremos asistiendo el nacimiento de un nuevo tipo de joven cubano?

Con el triunfo de la Revolución surgieron diversas iniciativas que permitieron un mayor acceso de la población a diferentes opciones culturales. Muchos no sólo se identificaban con lo nacional, querían experimentar con algo más allá de lo cubano. La música fue una de esas primeras corrientes a través de la cual se pudieron palpar otros géneros como el rock, que en las décadas de los años 60 y 70 tuvo su mayor auge y con él una visión que permitió descubrir otros modos de vestir, de relacionarse, símbolos linguísticos, etc. Podríamos afirmar que fue en este momento cuando comenzaron a establecerse las primeras pautas que dieron lugar al surgimiento de este fenómeno sociocultural en la nación (las tribus urbanas).

Actualmente son muchos los factores que han permitido la importación de un nuevo modelo de adolescente o joven en nuestro país. Entre ellos la existencia de más programas televisivos de música extranjera, la presencia de un número mayor de series internacionales en pantalla y un mayor acceso a las nuevas tecnologías de la información (internet, email, etc.).

Es por ello que la realidad de las subculturas urbanas es otra actualmente. Y así fue reflejado en el artículo “El precio de una identidad”, publicado en el diario Juventud Rebelde, que se concentra en el fenómeno “emo” en Cuba. Tras realizar una lectura profunda, descubrimos que estas personas en nuestro país se enfrentan a una realidad que difiere mucho de la del resto del mundo.

En la Isla se palpa la presencia casi constante de los denominados “poseur” (poser), esos chicos que en apariencia son emos, rockers o rappers, pero sólo en apariencia, y cuando se les pregunta sobre la ideología que siguen, dan mil vueltas y no te dicen nada.

Otro aspecto bien visible es la forma en que los llamados “emo”, al igual que el resto de las tribus, han llegado a construir su propio espacio dentro del complejo entramado que constituye la sociedad cubana actual. Es decir, cada una de estas subculturas ha sabido vivir y desenvolverse en un mismo contexto, en una misma época, sin manifestaciones de violencia o discriminación evidentes, realidad que sí viven sus semejantes en naciones más desarrolladas. Son tribus, pero más urbanas, en el sentido de manifestar relaciones de urbanidad, atenidas al respeto de la norma social.

A pesar de la existencia de la globalización y la inserción de subculturas urbanas en el país, no hay por qué alarmarse. En Cuba las investigaciones indica que las necesidades e intereses de estos grupos se ajustan al nuestro modelo de joven, evidencia de la capacidad de mantener lo autóctono y lo característico, junto a lo importado y lo extranjero. Tales ingredientes permiten un mestizaje perfecto, y con él la formación de nuestras propias “tribus”, las cubanas.